14.7.14

POR QUÉ ESCRIBO NOVELAS

La práctica asidua del Teatro fue la que me condujo a escribir. El hábito de adentrarme en los espacios vacíos, de acechar y agudizar la percepción hasta ver los ambientes y escuchar lo que dicen "ellos".

Vagar en ese laberinto de espejos de la Historia me hizo comprender que las historias, tanto las deseadas como las negadas, acompañan a la que acontece como la carne al hueso.

Trama apretada de suspiros que devienen en voces y anhelan ser oídas.

Daimons, espíritus o personajes se agolpan tras los cristales, pidiéndome que reciba sus testimonios.

Nunca imaginé que una de mis profesiones en desuso, la Estenografía, me daría la técnica justa para estampar en el papel sus relatos, los cuales se transforman en parlamentos.

Me secuestraron a sus ámbitos, ya fueran gloriosos o rastreros. Me hicieron asistir a sus dramas y sentí la compasión de ser la única testigo de sus escenas. Solo me quedaba un camino, el despreciado: ser la historiadora indocumentada, la portavoz de sus secretos jamás registrados, perdidos en el río de Heráclito y Parménides.

Tuve que prestarles mi propia historia para injertar la de ellos, y así, finalmente, me convertí en novelista.

Vienen de cualquier siglo, más allá de la impaciencia que aqueja a los mortales.

Esperan detrás de los cristales del einsteiniano laberinto a los osados estudiantes de la Tabla Esmeralda: los narradores de las historias paralelas."


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